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Historia de vida

Ethel, de la psicología a “Esthepa”

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Es psicóloga, pero el tejido enmarcó siempre su historia de vida. Paso de Las Lajas a Córdoba, de ahí a elegir San Martín de los Andes para vivir y luego, distintas circunstancias hicieron que vuelva a sus raíces. Cerca de jubilarse de su profesión, elige dar impulso a la práctica que la acompañó toda la vida: el tejido.

Esta es la trama de Ethel Dávila, nutrida de aprendizaje y poniéndole creatividad a sus días. Complementando su profesión de cabecera, la Psicología, con lo que ella llama, la “vivencia del tejido”, atesoró este oficio que aprendió de pequeña y que aun hoy marca sus días.

“Mi familia, viene de Córdoba, mis padres docentes vinieron en 1979 a Las Lajas. Eran épocas álgidas para nuestro país y nos pusieron en una escuela doble escolaridad, una escuela de frontera, la Escuela 8”, cuenta Ethel. El cambio fue rotundo, venía de la localidad de Río Segundo.

“Era un cambio cultural, me flasheó la cabeza porque en esa escuela teníamos las clases comunes y a la tarde todas las actividades prácticas: huerta, electricidad y telar”, amplía.

 

“Cuando tenía 15 años y estaba haciendo sweaters de lana de oveja teñida, para vender”.

“Me enamoré del telar”

“Tenía 11 años, y fue muy impactante para mí, nuestra maestra era de una comunidad mapuche, doña Eugenia Cheuquel, además estaba a veces su mamá y enseñaban a las nenas a las que les interesaba toda la cultura del tejido, del hilado, del teñido. Yo me enamoré del telar, empecé a tejer con ella, a urdir y a aprender todas las artes en el telar mapuche y cuando terminé la primaria seguí, porque a mí me encantó”, recuerda con una sonrisa.

“Yo iba a la casa de ella a tejer, hacíamos labores, dibujábamos, al punto que quise llevar esos dibujos a sweaters. Cuando tenía 15 años y estaba haciendo sweaters de lana de oveja teñida, para vender. En ese momento Las Lajas era muy pequeñito así que había que salir a vender a la ruta”, cuenta.

“La casa de mis papás estaba en el alto, éramos los únicos que estábamos por ahí; así que comencé a hablar con unas artesanas mapuches, seguí aprendiendo e hice un sweater. Después empecé a tejer crochet, a mezclar dos agujas, lana de oveja y crochet, eso lo hice en toda mi adolescencia”, relata.

 

 

Interculturalidad tejida

“Luego me fui a estudiar Psicología a Córdoba. Tenía una materia, que era psicología comunitaria y el profesor era muy particular y estaba con todos los interrogantes sobre la interculturalidad. Me entusiasmó que yo que podía aportar sobre eso, empecé a contar mi experiencia en la interculturalidad e hice un taller de telar para un grupo de adolescentes en Córdoba, que estaba trabajando la cátedra”, agrega Ethel.

Recuerda las épocas entre 1988 y 1990, cuando hizo un taller de telar y “la economía de nuestro país estaba muy mal así que como no tenía telar y me inventé uno. Empecé a hacer señaladores con hilo perlé, chiquitos, cosa que pudiera venderlos y generar algún dividendo mientras estudiaba así que tejía y tejía. Mi madre no tejía, pero le encantaba el bordado y el hilo perlé”.

Siguiendo con su camino ligado al tejido, suma que al terminar su carrera hizo un impasse, porque no podía conciliar las dos cosas a la par. “Después retomo esta práctica, mientras aún vivía en Córdoba, luego viviendo en Neuquén y cuando empecé a tener planes de vivir en San Martín de los Andes porque me gustaba el lugar y retome ahí esta vivencia del telar”.

 

En San Martín, retoma “vivencia del telar”

 

De tejidos e intervenciones

En esos años viviendo en la ciudad cordillerana, no dejó de visitar su pueblo natal y de tejer en el camino, cuando realizaba esos recorridos. “En aquella época estaban de moda las telas recicladas, entonces hacia alfombras, canastos, siempre tenía algo para ir haciendo mientras viajaba”, expresa.

Además, en San Martín de los Andes retoma aquel hobby. “Era 2005 más o menos cuando retomé el tejido y comencé a trabajar en crochet. También cuando elijo entre el telar vertical mapuche que era bastante incómodo de trabajar cuando uno anda dando vueltas, y el bastidor, el telar cuadrado de los clavitos, que era más móvil. Después se fue dando la textura, me encantó porque era mucho más manejable, ponible, más versátil”, expresa.

“También en San Martín empecé a hacer un taller de costura y mordería porque quería hacer sacos forrados. Yo venía de trabajar en telares chiquitos y de hacer dibujitos, entonces pude armar e intervenir en los sacos”, relata. También recuerda que allí hizo un “taller de Intervenciones Urbanas con una artista local e hice un trabajo con crochet para intervenir un árbol de la plaza principal, quedó muy bueno y fue divertido; la gente venía a sacarse fotos con el árbol vestido”.

 

“Pude armar e intervenir en los sacos”.

 

Desandar la Psicología para Esthepa

Desandar el camino y construir la marca Ethel cumplió 30 años desarrollando su profesión de Psicóloga, con el tejido a la par como hobby. “Ya me quiero jubilar, ir trabajando menos en Psicología y dar fuerza a esta actividad como emprendimiento, ponerle energía y seguir aprendiendo”, asegura.

“Con un grupo de tejedoras de la zona centro de la provincia, tuvo la oportunidad de participar de un desfile de modas con fibras naturales en el Congreso de la Nación y eso me estimuló mucho”, asegura.

“Cuando después de 20 años de vivir en San Martín de los Andes decido volver a Las Lajas por distintas circunstancias, me conecté mas con la tierra, con otras tejedoras e hilanderas de acá que conocemos de toda la vida. Ahí enfoco y saco mi marca Esthepa, digo “esto es lo que me identifica, esto es lo que me gusta, esto es lo que quiero y ahí ya le empiezo a dar una vuelta no tanto como hobbie sino como emprendimiento y a dedicarme un poco más a abrir el panorama”, cuenta.

Siempre inquieta, comienza a buscar información y a nutrirse de otras cosas que ofrece el mercado como una Asociación de moda sustentable. “Me gustaría que mis prendas pudieran participar en los desfiles de Neuquén, o hacer una alianza con alguna diseñadora”, confía.

“También proyecto ir a La Rural este verano”, enumera entre sus proyecciones. En cuanto a su trabajo, sostiene que “ahora mi elección es mas minimalista, mas estepa, no
están tan intervenidos por lo menos ahora”. Al reflexionar sobre el mensaje que dejan sus prendas, afirma que tienen el objetivo de poner en valor “lo sustentable, la cadena de valor que puedan resaltar la trazabilidad del producto, informar del vellón, de un animal que no recibe maltrato, de volver a los orígenes, respetar lo humano, lo artesanal, lo auténtico”.

Esthepa, la búsqueda de lo auténtico.

Materia prima y trazabilidad del producto

“Cuando vuelvo a Las Lajas me contacto también con pequeños productores. Por eso hablo de poner en valor todo el proceso: la oveja, la esquila, el hilado, la prenda. En mi casa en La Huitrera, tuvimos también el proyecto de tener ovejas para la lana”, asegura.

Se toma su tiempo y nos cuenta: “Me he encontrado con gente acá que como no le conviene el precio de la Barraca al vender su lana, yo les compro. Algunos al no poder vender la tiran o la queman, es una lástima, así es la realidad de tierra adentro”.

“El mohair tiene otro hilado, entonces cuando presento la prenda hago un poco de docencia, y cuento que este es un hilado en uso, es otro trabajo para que la gente pueda conocer y poner en valor lo que es hilado en uso o en rueca. Me gusta tener varias prendas de hilado en uso”, cuenta.

Diferencia que “el hilado en rueca mecánica es súper parejito, perfecto y suavecito. El hilado a mano por rueca o por uso, tiene otro movimiento o trabajo, es más rústico. Suelen elegirlo muchos extranjeros que encontré en San Martín, se interesan por lo original”.

Por Leticia Zavala Rubio
Fotos: Orval Mora