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Entrevista Realidad Económica

Angel Mendoza, maestro de maestros

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Es un gran maestro argentino. Es quien, después de trabajar, aprender y enseñar durante 25 años en la Bodega Trapiche, ahora es el alma mater de Domaine St. Diego, un proyecto familiar que lleva adelante en Maipú, la “región que respira vino”.

Es un gran visionario. Es quien apostó al Malbec, junto con Roberto De La Mota, en los 80 cuando la vitivinicultura local y los consumidores miraban a los vinos blancos.

Es un encanto de entrevistado. Es quien reflexiona sobre cómo vibra el terruño en el vino, sobre el presente y la enorme promesa de los vinos patagónicos y quien nos despide entre risas con un brindis por nuestra salud. 

Usted enseñó a muchos sobre el vino y el amor a la tierra. Cuéntemos cómo aprendió.

Como profesional educador sigo estudiando, no me siento maestro sino un ferviente estudiante de este modelo vitivinícola mundial con más 8000 años en la noche de los tiempos. Yo estudié enología en 1960, en la escuela Don Bosco de Maipú (Mendoza), que era un internado de la obra salesiana. Nos enseñaban el bachillerato y los oficios, aquí los curas salesianos desarrollaron un proyecto vitivinícola posiblemente único en el mundo, fue una de las primeras escuelas del mundo de enología fundada a principios del siglo XX.

Me recibí de técnico enólogo y después estudié cinco años más la licenciatura de Enología. Me invitaron a trabajar en la facultad y ahí empieza mi actividad docente.

Mi historia profesional, el transpirar vino y estar en contacto con la tierra comenzó en la década del 70. Primero fui contratado por unas pequeña bodega y en 1978, la Bodega Peñaflor me invita a trabajar en la línea de vinos finos, que en ese momento eran las líneas de Trapiche.  Esa etapa importante termina en el año 20202/2003 cuando me dedico con mi familia a tener mi propio proyecto. Todos los días agradezco a Dios que mis hijos y mi esposa se comprometieron a este emprendimiento. 

Después también acompañé a varias bodegas de acá y del mundo a desarrollar sus vinos de alta gama, a ser consultor externo y también formó parte de un proyecto cooperativo de FECOVITA -Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas – que desarrolla un proyecto de altísima equidad e integral entre los productores y la elaboración de vinos.

He vivido una vida divertida y me siento con muchas ganas de seguir trabajando.

¿Qué es hacer vinos?

Es un oficio que me ha gustado siempre, me motivó toda la vida.  Tengo mas de 50 vendimias en la espalda y todas me han hecho sentir una emoción particular. Hoy lo veo más en el desarrollo de mis hijos, que también se apasionan y transpiran vino en la vendimia. Es un oficio interesante, hacemos obras de arte efímeras. Cuando se termina la botella se termina la obra de arte, hay que esperar que la segunda responda a las mismas emociones.    

Se respira vino en esta región, el 10 o 15% de los mendocinos tenemos un legado vitivinícola. Todo esto debe ser lo que me motiva.

Caminar la viña

¿Cómo interactúan el enólogo y el terruño?

En mi época el enólogo era un hombre de guardapolvo y estaba muy metido en la bodega. A partir de los 90, ingresa al país la corriente que promueve una especie de asociación de agrónomos y enólogos caminando viñedos juntos. Después algunos agrónomos aprendieron enología así que ellos mismos diseñaban el vino y también se dio el caso de enólogos que aprendieron viticultura y ellos pudieron leer el potencial de la viña. Desde los 90 se hizo imprescindible que el enólogo camine viñedos y haga la lectura del potencial enológico y decida la logística de la cosecha. Es imprescindible que el enólogo camine el campo.

En algún momento dijo: “Cada paisaje del vino vibra en forma diferente”. ¿Cómo vibran sus vinos?

¡Wow! El terruño donde desarrollamos nuestros productos – Lunlunta- es tierra en las riberas altas del río Mendoza con un importante sol y las uvas maduras bien. Nosotros latimos con suavidad, con cordialidad… hacemos vinos hospitalarios. El vino de Maipú o Luján es redondo. Los vinos de acá son como los mendocinos, austeros porque vivimos al borde de  la montaña y nos abrimos con mucha cordialidad. Los pueblos, los terruños, las comidas, los vinos… todo vibra diferente en las distintas latitudes.

Malbec, una bandera enológica

En los 80 confió en el futuro del Malbec… 

A Malbec lo tuvimos desde principios de siglo con una historia romántica. Hubo momentos en los que tuvo mucha importancia y después se lo dejó de tomar porque se puso de moda el blanco. En los años 80, con un grupo de enólogos, rescatamos el principio de hacer un buen vino varietal y así fue surgiendo el interés. Recién en los 90 se consolidó este interés por el Malbec en el mundo, fue cuando vinieron unos consultores a descubrir que teníamos un diamante negro con muchas hectáreas. 

No me atrevo a decir que haya sido el descubridor del Malbec, a mi me tocó hacer vinos correctos y en ese momento el Malbec se destinaba a prensarlo para hacer un blanco escurrido. Y algunos enólogos hicimos hincapié en darle su perfil de vino tinto, tuvimos alguna suerte de ganar algunos premios internacionales y eso ayudó a difundir este mensaje. Teníamos una bandera enológica, un vino regional por el que el mundo nos podía conocer. 

La mirada puesta en la Patagonia

¿Cómo vibra la Patagonia en sus vinos?

El fenómeno del calentamiento del planeta y los veranos más cálidos en las regiones vitivinícolas  clásicas de la Argentina abren una perspectiva para la Patagonia porque tiene menores temperaturas y más agua. El riego es fundamental y a nosotros nos empieza a falta agua en la montaña. Hay muchos empresarios mendocinos que están mirando al sur queriendo poner un pie en la Patagonia.

Los vinos de la Patagonia son muy ricos, vibran también. Aunque debo decir que quiza todavia no han sabido comunicarnos con la fuerza federal necesaria porque estuve en restaurantes de la Patagonia y no tienen vinos locales. Es una pena. Creo que la Patagonia tiene un tremendo futuro.

Una cosa importante que estoy recordando es que en la Patagonia hay un vínculo muy interesante con el INTA y el gobierno de Neuquén ha sabido con inteligencia dar una mano a los pequeños productores. También se está dando el fenómeno de pequeños productores que van haciendo consorcios y van haciendo vinos muy ricos, muy mimados por ellos. Les dejo un grato mensaje a esos pequeños productores que aprovechan su herencia, sus legados para hacer buenos vinos. 

La ruralidad que llegará con mucha fuerza es un aspecto muy importante como compromiso con  los paisajes vitivinícolas. En la tierra, todos los años está la esperanza de la producción de un fruto. 

La coyuntura

¿Hoy para dónde cree que va la industria?

Tengo cierto optimismo. Cuando salgamos de esta cuarentena, los argentinos vamos a querer buscar una copa de vino para brindar por la vida y por volver a algunos aspectos de la normalidad. El vino nos va a dar una oportunidad de dialogar, es un lubricante de la conversación.

Tengo también mucho optimismo en que los enólogos más jóvenes hagan cada vez mejores vinos Malbec porque es un embajador argentino. Esta cuarentena también lo llevó a la mesa de los hogares porque da la oportunidad de tener almuerzo y cena con más tranquilidad.

Yo tengo cierto optimismo y debo decir que en abril, en Mendoza, se produjo un aumento de las importaciones muy interesante. Ante crisis complejas, oportunidades nuevas. 

¿Cómo fue la vendimia este año?

Fue ardiente porque jamás hemos tenido los golpes de calor de este año. La uva maduró más aceleradamente y se tuvo que adelantar la cosecha. Las bodegas que tuvieron logística pudieron hacer vinos más frescos pero el resto tiene un alcohol un poquito más alto, que no es lo que corresponde a los códigos urbanos cuando uno tiene que buscar bebidas más digestivas con menos alcohol.

También hemos observado mayores componentes en algunos vinos y hay algunos tintos sobresalientes y blancos muy perfumados.

Detrás de la crisis de la pandemia, pudimos levantar una cosecha con protocolos y tuvo un 20% de merma en la cantidad por la crisis del agua y los golpes de calor. Creo que serán vinos muy buenos y esperanzadores.

Tiempos inciertos 

Ya vivió otros malos momentos, ¿en qué es distinto el actual?

La incertidumbre es más fuerte y de largo plazo. La crisis no deja ver el final y la proyección de la economía. Creo que en las crisis siempre hay oportunidades; como productor nunca pierdo las esperanzas, nosotros siempre decimos: `La próxima cosecha será mejor´. Será más larga esta crisis pero saldremos fortalecidos con mecanismos de inmunidad. He vivido crisis de hiperinflación o devaluación, siempre hemos salido. 

¿Qué haría falta para salir adelante?

Hoy nos falta superar este fenómeno de salud. Después nos va a hacer falta sentido común de nuestros gobernantes para definir programas económicos que nos permitan salir adelante. Tenemos que volver a trabajar. Entiendo que Argentina siempre estuvo complicada pero ahora hay que resolver el problema de la salud.

Para terminar…

Si tuviera que hacer un brindis ahora, ¿por qué lo haría?

¡Opa! Lo haría por la salud de los argentinos, del mundo, de mi familia y amigos… Y también brindaría por su salud. Chocaria una copa a la distancia y diría: ¡Salud!

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