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Emprendedores

“Se puede vivir de lo que uno sienta”

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“La vida es un viaje”, afirma Rodrigo Coti, un fotógrafo de Azul (Buenos Aires) que adoptó Neuquén para trabajar, barajar y dar de nuevo y hasta para ser padre. Su historia en la zona empieza con una gran amistad.  El proyecto de su amigo Juan Nimo, un destacado deportista neuquino, que buscaba unir Neuquén y el Obelisco en silla de ruedas, lo trajo a Neuquén en 2013. “En aquel viaje estuve encargado de registrar todo el recorrido en fotos y videos”, recuerda. “Se cumplen 10 años de eso. Lo diagramamos como el Dakar y hoy Juan está por recorrer la ruta 40 que es como para clasificar a esa competencia, así que ahora me voy con él a registrar su nuevo desafío”, cuenta.

Desde la primera proeza de su amigo, Rodrigo se quedó en Neuquén y de ahí en más, la adoptó como su nuevo lugar para vivir. Trabajó en diferentes lugares como fotógrafo, se especializó y mostró su arte en diferentes ámbitos, pero un día guardó la cámara y eligió algo más acorde a su esencia.

“Hace varios años que tejo, y fue darle forma y animarme. Invertí en hilos y en las herramientas y me puse a producir y vender”.

Tejer para conectar y sensibilizar 

“Conecté con la ciudad, con su energía, fui papá acá”, cuenta. En relación a su nuevo oficio, relata que “no quería saber más nada de laburar para otro ni hacer cosas de otro, así que abrí un local de ropa pero justo vino la pandemia y me fundí”. Con esa realidad sobre la espalda, tuvo que reinventarse, y así llegaron a la vida de Rodrigo los Tejidos Ancestrales y las Mándalas conocidas como Tzicuri (ojo de Dios). 

“Hace varios años que tejo, y fue darle forma y animarme. Invertí en hilos y en las herramientas y me puse a producir y vender”, detalla. 

Las mandalas que confecciona son un arte que proviene de México. “El arte huichol tiene una decoración colorida utilizando símbolos y diseños que datan de hace siglos”, señala. “Los padres de esa comunidad, cada vez que nace un niño o una niña, comienzan un Tzicuri en señal de protección y agregan un rombo por cada año que cumple; cuando cumple un año agregan un rombo y así. Cuando cumple cinco lo tiran al mar en señal de agradecimiento a sus dioses y a partir de esa edad los niños empiezan a tejer solos”, relata. 

“Representan también los cuatro puntos cardinales, y a medida que vas tejiendo se va formando un ojito que es el centro donde todo comienza. Luego algunos por su tamaño se transforman en mandalas”, detalla.

 

“Se invita a venir a tejer y disfrutar un momento distinto”.

Talleres

Una de las formas de generar ingresos mediante esta elección de vida son los talleres, propuesta en la que diseña diferentes instancias. “Se invita a venir a tejer y disfrutar un momento distinto con una ceremonia de té o incluso escuchando música de instrumentos ancestrales”, expresa. 

En esos encuentros incluye meditación, cantos, y cuenta la historia de estos productos que buscan la conexión de los participantes con este arte. La idea siempre es tejer y acompañar con alguna otra cosa. “Lo usamos como meditación, para que la gente se conecte con el tejido en una ceremonia o simplemente en un aprendizaje”, señala. A veces mientras los asistentes tejen, toca un “tambor de medicina” que representa el latir del corazón y canta. 

 

Las mandalas que confecciona son un arte que proviene de México.

 

“Apunto a que la gente se encuentre, medite, salga un poco de la rutina del día y del estrés”, cuenta. Ya perdió la cuenta de las mandalas tejidas hasta acá, pero reconoce que este arte “me aportó mucha sanación conmigo, muchas horas de meditación, de encontrarme, de despertar la autoestima y conectar con el presente disfrutando el momento”.

Papá de Charo, una niña de siete años que ya avanza en su propio mandala, reflexiona que “se puede vivir de lo que uno sienta si seguimos el camino de lo que nos dice nuestro corazón, confiando en nosotros mismos”. “Mucha gente dudó de que pudiera vivir de esto y me tiró para atrás esta idea, pero acá estoy, no solo viviendo de esto sino haciendo lo que me gusta y lo que siento hacer”. 

 

“El arte huichol tiene una decoración colorida utilizando símbolos y diseños que datan de hace siglos”.

Tejer en comunidad 

Si bien sus convocatorias hasta acá han reunido a grupos de mujeres de distintas edades, en los próximos días la invitación será a un “Círculo de hombres tejedores”. “Iré variando de todas formas, armando grupos de hombres, de mujeres y mixtos”, planea. 

En cuanto a unos y otros, piensa que “las mujeres ya vienen de muchos años encontrándose y son más expresivas. A los hombres nos cuesta más, tenemos otras estructuras y rigidez que es bueno modificar”.

 

“Apunto a que la gente se encuentre, medite, salga un poco de la rutina del día y del estrés”.

 

“Tejer es hermoso, escucharte en silencio, observar los pensamientos, las emociones. Cualquier persona puede hacerlo”, asegura. Sobre el producto, detalla que “las formas de las mandalas van variando y tienen diferentes medidas, podés empezar con uno de 30 centímetros, por ejemplo. Ahora estoy trabajando en uno de 80 que me encargaron”. 

Vende a pedido y en ferias, pero asegura también que “le estoy dando forma a las redes sociales animándome a mostrar y generar contenido”, porque también es una buena vía de difusión y comercialización. Hacia el fin de la entrevista, Rodrigo invita a “que la gente se anime a hacer lo que realmente quiera, a vivir sus sueños”.

 

Por Leticia Zavala Rubio