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Historia de vida

Rosalía, la primera profesional de Santo Domingo

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Leticia Zavala Rubio

Hasta hace unos días, su mamá fue protagonista de varias notas en medios por ser una mujer rural destacada, presidenta de la Comisión de Fomento Nueva Esperanza, organizadora de la fiesta La Vuelta del Veranador que viajó a Perú a contar una experiencia productiva y por varias cosas más. Pero detrás de esa gran mujer, hay una gran familia que acompañó y tuvo que aprender a entender su espíritu inquieto. 

Sonríe y mira tímidamente, pero tiene todas las ganas ella ahora de ser protagonista, porque también tiene cosas destacables y en pocos días se convertirá en la primera joven que se fue de su Santo Domingo natal para poder estudiar y forjar un futuro y lo logró.

 “Al principio me costaba que mi mamá anduviera de acá para allá y restara tiempo a mi casa”, confiesa Rosalía Claleo, Hija de Marta Claleo. “Después me di cuenta de que estaba equivocada porque es re lindo que una mujer sea referente de algo tan lindo y tan importante en la provincia, y más que sea mi mamá, que hace tantas cosas por otras personas. Es parte de ella eso, pero a nosotros nos dio todo. Siento orgullo por ella”, expresó. 

 

“Me decían ‘Sarmiento’

“Nací en Santo Domingo y me crie ahí, tengo dos hermanos; siempre estuvimos en el campo. En mi casa estaba mi mamá que era el pilar de la familia, y ella tenía animales pero aparte trabajaba en la escuela de la localidad como auxiliar de servicio. A mí me cuidaba mi tío”, detalló.

“A los tres años empecé a ir al jardín porque me gustaba. Aprovechaba la escuela de mi mamá, me gustaba ir y mis hermanos me decían “Sarmiento”. Ya a los cuatro años empecé a ir a jardín, pero nos daba el maestro que también daba a la primaria, no había maestra jardinera. Por la cantidad de chicos que había y hay no se podía abrir un jardín. Hoy en día hay alrededor de 18 chicos en la escuela”, continuó. 

“Me fui a Zapala, y me costó un montón porque yo era muy apegada a mi mamá y ella también a mí. Siempre la acompañé en todo. Vivimos un montón de cosas juntas, por eso me costó dejarla, pero fue una decisión firme porque yo necesitaba otras cosas, en el lugar no había fuentes de trabajo, lo único que había era la escuela y la Comisión de Fomento de Ramón Castro”, contó. Esa decisión fue determinante y Rosalía tenía apenas 13 años.

La fiesta La Vuelta del Veranador, organizada por Marta Claleo.

La aventura del secundario en Zapala

“En primer año venía a las 7 y me volvía a las 19 a Santo Domingo. Si me largaban antes, porque no venía un profesor, corría a la terminal a ver si podía coincidir con el horario de salida de un colectivo, si no tenía suerte tenía que esperar dos o tres horas dando vueltas por ahí; era re feo”, recordó. 

Rosalía se toma un momento para compartir las inquietudes de aquellos días: “Nosotros que venimos de allá, tenemos miedo de ser discriminadas, había escuchado a otras chicas que intentaron venir, y por eso abandonaron. A mí no me pasó por suerte, tuve compañeras que también me invitaban a su casa para hacer tiempo”, expresó. 

“En segundo año una señora, auxiliar de servicio de mi escuela, se ofreció a albergarme en su casa, comía ahí y me quedaba; fue como mi segundo hogar”, prosiguió.

 

“El futuro es según cada uno, hay muchos que deciden irse y otros se quedan”

De esmero y sueños

“Luego ya decidí venirme a vivir del todo, ya estudiando la Tecnicatura. Al mes que me vine empezó la pandemia, fue muy feo. Hice la tesis y la rindo ahora en julio. Trabajé en base a una empresa minera que está a 6 kilómetros de Santo Domingo. Ojalá que consiga trabajo cuando rinda y después quiero hacer la Licenciatura, que son dos años más”, detalló Rosalía. 

Evaluó que el camino de estudiante “cuesta un montón, siempre hay gente que te tira abajo, pero yo siempre tuve personas muy buenas alrededor. Irme a estudiar me dio muchos conocimientos, aprendí a vivir sola. Empecé a trabajar, a hacer changas, nunca me gustó depender de nadie y con eso pude pagarme la Tecnicatura, que es privada”. 

“El futuro es según cada uno, hay muchos que deciden irse y otros se quedan. Siempre seguís ligado al campo, siempre queda la casita de los padres. Seguís yendo y ayudando”, concluyó.