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Historia de vida

Historia motivacional: las huerteras de Huecú Co

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Una vida lejana y silenciosa, dedicada, laboriosa, y con buenos frutos; frutos de esa abundancia que da la tierra cuando se la sabe trabajar, cuidar y respetar sus procesos. Así es la vida de este grupo de Mujeres del paraje Cajón de Almaza, nucleadas en la Asociación de Fomento Rural (AFR) Huecu Có.

Ubicado en Loncopué, el paraje Cajón de Almaza dista a unos 20 kilómetros del casco céntrico y está rodeado de vegetación de estepa. El punto de encuentro era la capilla del lugar y allí iban llegando de a una, con expectativa y sonrientes, algunas con sus verduras en bolsa, otras con tortas fritas u otro producto de su elaboración para compartir.

“Ellas hacen producción a la intemperie y bajo cubierta”, me explica la técnica que las acompaña desde la Subsecretaría de Producción de Neuquén, María Laura Taborda. “Al realizar esta producción combinada, tienen verduras todo el año”, agrega. 

En uno de sus relevamientos por el sector, junto a un compañero, María Laura pudo comprobar la abundancia de esas huertas, el trabajo silencioso de estas mujeres que garantizan el alimento de sus familias con diversas verduras y en muchos casos con la crianza también de animales. 

En el marco de la formulación de un proyecto para presentar a Nación mediante el organismo, y a fin de obtener financiamiento, María Laura cuenta que “cuando comenzamos con los relevamientos prediales de los socios de la AFR por este motivo, invitamos a que cada uno nos contara su proyecto productivo. Gracias a la idea de ir puesto por puesto, nos encontramos con que en todas las casas había huertas, y menos mal que lo hicimos, sino no nos enterábamos de ellas, ni de lo que estaban haciendo”.

“Estaba naturalizado que a las reuniones venían los hombres y ellas se quedaban en las casas. Costó, pero después cuando pusimos en valor todo, no solamente venían ellos, las reuniones empezaron a ser más numerosas y familiares”, amplía. 

Los espacios de participación estaban generados, sólo faltaba que ellas se animaran a salir a escena y vieran en perspectiva esa gran labor que venían desarrollando. 

 “Yo me acuerdo que cuando estaba el otro presidente no hablaba nadie, siempre era yo”, dice la actual presidenta de la AFR, Mónica Castillo. “Por eso empecé a decir que si no hablaban la AFR no avanzaba y esto de salir afuera a los encuentros con otros productores, a ferias o a eventos que se generan para el sector desde Producción ayudó mucho, se integraron e intercambiaron experiencias; con ellas pasó lo mismo”, asegura. 

 

 

“Antes comprábamos verdura”

Con el programa PISEAR de Nación, que se baja por la provincia, la AFR Huecú Co pudo obtener 6 invernaderos prediales y ahora con otro de esos programas, el PRODECCA, completaron 3 más.

“El invernadero me cambió mucho porque antes comprábamos la verdura, ahora puedo tenerla en mi casa”, contó Sole. “Me gusta mucho la tarta de acelga, y ahí tengo, con el tomate pasa lo mismo”, confió. 

Idalba repasa su vida en el campo y la define como “de lucha”. Con 77 años, sigue levantándose temprano. “Eso te queda, mi papá cuando era chiquita me levantaba a las 4 para que le cebe mate mientras trabajaba”, recuerda.  

“A mí también me gustó mucho el invernadero, ya no tengo la misma salud por eso hago lo que puedo, pero tengo verdura”, expresa y recuerda que en alguna época “cosechaba ajo, me iba con 100 o 200 cabezas de ajo y las vendía en el pueblo. Tuve siembra de papa, cebollino, mucha cantidad, sacaba más de 40 bolsas de papa”. Su producción le sirvió para mantener seis hijos que hoy ya partieron a distintos lugares. 

 

 

Cultura del trabajo

“Me levantaba a las 5, me iba a trabajar hasta las 11, cuando volvía hacía la comida para esperar a los chicos que volvieran de la escuela y después hacía tiempo de trabajar la tierra. Todo eso que cosechaba lo vendía y compraba otras cosas, vendía la papa y compraba harina, vendía cebolla y compraba fideos, azúcar, todo lo necesario. La luché siempre en el campo y en la huerta”, afirma Idalba. 

María Olga, contó que “hace como veinte años tengo esa huerta; cosechaba poco primero, papa, zanahoria, cebolla porque esperaba que pasara el frío para empezar. Ahora con el invernadero cambió un montón, tengo plantines, lechuga, acelga, cebollita de verdeo, apio, repollo, ajo puerro. Me cambió un montón el huerteo”. 

“Cosecho también zapallo y papa; vendo, le convido a mis amigas y hermanas, por ahí me compran. Me da satisfacción”, agrega. 

“El goteo me ayudó-en referencia al riego adaptado en el invernadero-, el tiempo que gastaba antes en eso ahora es mucho más fácil, es menor”, asegura. 

Susana, también coincide en el cambio que produjo el invernadero. “Parece que la verdura se mantiene ahí. Tenemos verdura, para vender; mi hija está en un albergue y llevaba y vendía, dio buen resultado”, afirma. 

Eli cuenta que la ayudó mucho el invernadero, “antes producía al aire libre, me pasaba por ejemplo con el cebollino, y tapaba con malla cima y nylon los demás plantines, pero se me quemaban con las heladas.

Habían años que cosechaba mucho zapallo y otros que no, ahora puedo hacer todos los plantines y cuando se va el frio los saco afuera. Lo que dejo siempre en el invernadero son los tomates. Siempre hice mucho ajo y tengo clientes que me compran todos los años”, confía.

 

 

“Cebolla también cosecho mucho, hago plantines para mí, para mis hijas, mis cuñadas y les llevo. Cuando no están voy y les planto en sus invernáculos; cuando llegan encuentran algo nuevo. Siempre me gustó ayudar a las demás que no tienen. No les vendo, les doy y si ellas después tienen algo que yo no tengo y me quieren compartir lo hacen”, relata.

Mónica cuenta cual es el precio de la bolsa de papa en el valle, “eso se ahorran por tenerlas en su huerta, uno va achicando los gastos”, expresa la presidenta de la AFR.

Elisa, cuenta: “el año pasado coseché mucho tomate y no lo pude vender, así que se los tiré a las gallinas”. “Era excedente, por eso esas cosas no queremos que sucedan, dice María Laura, “tienen morrones, calahorras, aparte de lo tradicional, tienen mucha variedad de verduras, por eso hay que estar conectadas para poder canalizar ese excedente y no dejar que se pierda”, agrega. 

La técnica cuenta que una vez que pudieron “poner en valor el trabajo y lo que producen, que no hay en otro lugar, se vio la posibilidad de que puedan empezar a vender juntas. La idea es poder comercializar a tiempo y experimentar el beneficio de generar una red. Una vez organizadas hasta pueden hacer compras conjuntas para abaratar costos, organizarse en la logística, participar en ferias bajo una misma identidad, generar un grupo de whatsapp donde se pasen información o puedan organizar salidas, etc”. 

“Compartir gastos para ir a una feria en Loncopué son decisiones que ellas tienen que tomar”, dice Mónica. “Una vez en la actividad, los mismos feriantes te orientan con los precios, van los chicos de la radio, hacen entrevistas entonces la gente se va informando”, indica. 

 

 

Joaquín y Lorena, la dupla de las buenas prácticas

Joaquín y Lorena son una pareja de productores de la zona, que además de lograr un volumen de verduras y varios clientes, fueron los primeros en obtener un sello de calidad por producir bajo Buenas Prácticas Agrícolas (BPA).

“Joaquín dejó la fábrica de envasado de agua donde trabajaba a raíz de que le empezó a ir bien con las verduras”, cuenta María Laura. Recuerda que un colega de INTA “lo venía a buscar para vender en Zapala. Le fue bien, se pudo comprar una camioneta, y luego tenía tanta producción que vendía en Loncopué también”.  “Así empezó a hacer su circuito comercial que siguió por Las Lajas. Trae la camioneta llena y se queda sin nada. Produce igual que las chicas (de Cajón de Almaza), de manera agroecológica certificó con el sello “Horticultura Responsable” y fueron los primeros en la provincia. Ellos en Huarecheque, produciendo en las mismas condiciones que ellas”, señaló. 

Lorena es de la comunidad Millaín Currical y se fue a vivir con Joaquín a la comunidad Mellao Morales. “Vivimos de esto, trabajamos invierno y verano sacando adelante la agroecología”, expresa. “Usamos guano de chiva para que le de vitaminas a las plantas”, explica. 

“Tenemos mucho valor que sacar de la tierra, ella nos da mucho si la cuidamos, la protegemos, y la respetamos”, aseguró y se animó a dejar un mensaje a las mujeres: “no bajen los brazos, por ahí muchas veces te sentís sola en esto, pero hay mucha otra gente que te sigue detrás. Yo tuve mucho consejo de mis abuelos, hoy estoy viviendo lo que me decían. La juventud tiene que valorar mucho a la gente mayor; ellos son nuestros maestros”, señala. 

Intercambio de semillas

María Olga, cosechó mucha papa y tuvo excedente, entonces la técnica ofreció a la Comisión de fomento de Paso Aguerre, semillas de papa.

“Alberto Gómez, el Presidente de la Comisión de Fomento en ese momento, me preguntó si tenía semillas de papa y ella tenía un montón para vender; entonces le comenté, hicimos la vinculación y lo interesante es que buscamos precio y se vendió el kilo a 1000 pesos porque no era una papa cualquiera”, cuenta María Laura.

La historia de esa producción abundante tuvo que ver con un hombre que venía de Chile y pasó por la casa de María Olga a vender verduras. “Un día apareció en mi casa y le pregunté por una papa roja que tenía, así que le compre una bolsa. Me comí la mitad y la otra mitad la planté y se re multiplicó”, expresa Olga.

“La blanca no me daba mucho resultado así que seguí con esa papa”, afirma. Las semillas de María Olga llegaron a Paso Aguerre y hoy un productor de allí ya las cosecha. “Es una papa andina que tiene otro rendimiento y adaptación”, explican.

Por Leticia Zavala Rubio

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