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Agronegocios

Escenarios: Desertificación y sequía condicionan al campo

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Foto de Osvaldo Amaranti

Desde ya algunos años el clima es noticia y condiciona el desempeño de los sistemas productivos.
En nuestro país, lluvias y olas de calor cada vez más intensas tienen efectos directos en la actividad del campo. Si nos concentramos en la Patagonia, el clima afecta el crecimiento de los forrajes, lo que repercute en el ganado.

“En la zona cordillerana y patagónica, se evidencian reducciones en precipitaciones, derretimiento de glaciares y aumento en las temperaturas, así como en la intensidad de los eventos extremos”, dijo la asesora Natalia Huykman en un informe de la FAO en la Argentina. El panorama que describe Huykman se evidencia en el proceso de desertificación, que corresponde a la suma del deterioro natural de los recursos en ambientes frágiles y el uso humano de esos terrenos.

En realidad, la desertificación tiene muchos componentes. “La acción del clima, del agua, sumadas al sobrepastoreo por distintas especies animales. Esto hace que la cobertura vegetal se vaya deteriorando y haya menos protección de los suelos, por lo que la acción del clima pasa a ser más importante y más grave”, explica Hugo Méndez Casariego, responsable del grupo Sistemas de Producción, Economía y Sociología Rural del INTA Bariloche.

Si bien no hay estudios generales del país que den números exactos, en el INTA se sabe que el 75% del territorio argentino está compuesto por ecosistemas áridos y semiáridos que son frágiles y tienen predisposición a desertificarse si son mal manejados.

¿Y en la Patagonia? Entre el 30 y 35% del territorio está afectado por desertificación grave a muy grave y una buena porción tiene procesos de desertificación en escala un poco menor pero que siguen siendo significativos.

El INTA Esquel realizó un estudio detallado del período 2000-2014 y concluyó que tanto el crecimiento del pastizal –analizado mediante el índice verde normalizado (IVN)–, como su estructura –estudiado en base a los Monitores Ambientales para Regiones Áridas y Semiáridas (MARAS)–, mostraron cambios negativos que indicarían un deterioro del pastizal.

Ese proceso de degradación del suelo se traduce en el deterioro de la cobertura vegetal y la pérdida de especies vegetales.
Con respecto a lo económico, el proceso de desertificación hace que los campos tengan menos receptividad y los sistemas sean más afectados por eventos climáticos. Obviamente todo este combo repercute en el deterioro de la economía familiar, afectando especialmente a los pequeños productores: hay menos animales para vender y menos lana o con baja calidad porque el viento vuela la tierra, la tierra se mete en los vellones y los vellones valen menos porque son más sucios.

¿Cuánto cuesta al país la pérdida del potencial productivo de las tierras? Las cifras que rondan en el aire son siderales.
Por un lado, es posible calcular cuánto dejó de producir la región; por otro, se apunta a medir el costo de restauración de los ecosistemas.
Las estimaciones superan muchas veces el valor económico de la producción ovina y petrolera juntas.

“A estas cifras deberían sumarse el costo de oportunidad de la productividad vegetal perdida, el impacto sobre la fauna silvestre, el deterioro en stock y calidad de los acuíferos, el valor del CO2 eliminado de la vegetación y del suelo y los efectos sobre la salud humana”, señala el técnico del Inta Bariloche Tomás Schlichter en el “Proyecto lucha contra la desertificación en Patagonia”.

La desertificación se decide año a año, potrero a potrero, en el momento en que cada uno de los 13.000 productores patagónicos decide cuántos animales poner en él, en qué época y durante cuánto tiempo.

Texto: Carla Barbuto
Fotos: Osvado Amaranti