Entrevista Realidad Económica
El amor al sur, de Florencia Destéfanis
Veinte años viviendo en Buenos Aires, de raíces cordobesas y sureña por adopción, pasó por diferentes entornos de vida hasta elegir el mundo del té y de lo artesanal. Florencia Destéfanis ama lo que hace bajo el nombre de “Te quiero sur”, un emprendimiento que tiene mucho de artesanal, de cuidados, de investigación y creatividad.
Vino al sur con una pareja y tuvo una hija. “Armamos una familia, después nos separamos, pero seguimos aquí”, cuenta. “Quise hacer un impasse con mi profesión, y mi compañero ya vivía acá y era artesano, así que empezamos con la madera. Nos fue bien, y me di cuenta que podíamos vivir de esto así que empecé a incursionar en otras cosas también”.
Dejó atrás Villa María, una ciudad ubicada al sur de Córdoba, y su profesión de comunicadora y locutora. Atrás quedaron sus madrugadas de radio, su trabajo en medios en Buenos Aires, y les dio paso a las artesanías y luego al té.
“Estudié sommelier de té y ahí descubrí un mundo hermoso, de mucha creatividad, de asociarlo con las plantitas de acá como para aportarle lo local y fue como un juego al principio. Después hice fórmulas, se vendieron, dejé de hacer lo que hacía antes y me metí de lleno con las plantitas, las infusiones, y más tarde estudié en Santa Fe con una ceramista de gres, (cerámica de alta temperatura) para poder hacer piezas vinculadas al té”, detalla.
“Por suerte he logrado que los cuatro meses que se trabaja en esto, que son enero, febrero, marzo y julio, con lo que vendo puedo vivir el resto del año y volver a comprar insumos. De todas formas, el local está abierto todo el año de lunes a lunes”, asegura. “En los meses en los que menos se vende, elaboramos y producimos”, agrega.
Cuenta que compra “hebras en misiones y también trabajo con hebras de oriente y plantas de acá. La mayoría de las plantas las recolecto en un solo lugar, muy pocas salgo a buscarlas en la montaña como por ejemplo la Paramela. Trato de que sea un solo lugar, y una poda responsable”.
Con 8 variedades de blends, detalla que “ahora estamos haciendo con una amiga una hebra de té de misiones que la ahumamos a la leña con frutales y cascarilla de piñón, es un ahumado artesanal, una edición especial. Se ahúma durante 48 horas y le pongo flores de distintos orígenes”. Sus preparaciones incluyen plantas locales como el Notro, Paramela, Maitén, Matico, Hipérico y Rosa Mosqueta, entre otras.
Si bien sus creaciones son buscadas por dietéticas o casas de delicatessen de todo el país, Florencia prefiere el trabajo en menor escala, con pocas manos y de manera artesanal.
“Quiero seguir haciendo las cosas yo, haciendo mis lotes pequeños de a 5, 10, 20 kg, recolectar las plantas yo en territorio y necesitaría mucha gente sino. Por ahora tengo dos personas que me ayudan a envasar lo que voy a vender en el verano. Hago un packaging cosido a mano, etiquetitas de tela, no quiero perder eso. Eso es lo que me da placer porque alimenta mi creatividad”, expresa.
Considera que el motivo de su crecimiento tiene que ver con haber impulsado un paseo de artesanos. Ubicado en pleno centro de Villa Pehuenia, donde la municipalidad cedió el terreno y el financiamiento vino desde Nación.
“Antes teníamos puestitos muy precarios de caños, se volaban fácilmente así que armamos una Sociedad Civil, funcionamos como una Cooperativa. Tenemos una concesión que nos renuevan anualmente, mi local es de 2 metros cuadrados y contar con este espacio me permitió crecer lo que crecí”, asegura.
“Tenemos requisitos que cumplir como atender nosotros mismos, que la mercadería sea 90% artesanal, someternos a una fiscalización, entre otras cosas; pero esas facilidades me permitieron soñar, volar, y poder crecer”, cuenta sonriente.
Cerámica para el té
Sus piezas complementan a la perfección las infusiones propuestas. “He hecho como una línea de cerámica propia que son piezas originales recortadas con moldes, otras con torno alfarero”, cuenta.
Delicadas, de buena presentación, mixean arcillas patagónicas. “Aspiro a tener todo de acá del Rahue, yo utilizo parte de arcilla del Rahue y otros componentes patagónicos”, asegura-y explica que como el gres es con alta temperatura, requiere una mezcla de arcillas y también un trabajo de investigación que a futuro seguirá trabajando.
No ajena al problema habitacional que hay, sobre todo en los lugares turísticos, debió parar su taller un tiempo, hasta encontrar un lugar para vivir, donde pueda reinstalarlo. Su proyección es conseguir un terreno para poder construir algo.
Asegura que la cerámica “es terapéutica, es un mundo de sorpresas. El fuego hace magia dentro del horno, salen piezas más bellas con la alta temperatura”.
El nombre del emprendimiento, si bien a simple oído remite a un tango a la mayoría, ella asegura que no fue de ahí la procedencia de su inspiración. “Yo lo relaciono con el amor, el arte, la inspiración y la creatividad. Cuando vine dije “amo este lugar, quiero vivir acá, me enamoré de este lugar; y así apareció el nombre”, cuenta, aunque reflexiona: “Amo el tango, bailé muchos años en Buenos Aires, pero no lo asocié (o capaz que sí, inconscientemente)”.