Entrevista Realidad Económica
Tais Rava y su historia de autoconocimiento al servicio del trabajo

Cada vez se ve más, empresas y clínicas están comenzando a integrar otras miradas sobre el ser humano, y la Economía no es ajena a la tendencia. También es abordada desde una dimensión más macro.
Tal es el caso de los servicios de Tais Rava, una profesional que en su historia suma pasos como abogada, escribana, coach ontológica, y mediadora familiar que ahora está trabajando en Decodificación Bioemocional y Bioexistencia Consciente. Ella fue convocada por una clínica que abrirá sus puertas en los próximos días.
“Esto se dio porque voy sanando cosas”, afirma Tais y aclara que “si bien sigue con sus consultas particulares, “esto traerá un crecimiento exponencial del que estoy agradecida. Me convocaron para formar parte de una clínica donde habrá un equipo de profesionales diverso con médicos, kinesiólogos, psicólogos, y yo”, detalla.
“Esto demuestra que una ciencia puede coexistir con otros abordajes. Cuando te unís, te potencias. Hay algo que trasciende la materia”, confía con la emoción de estar cumpliendo un sueño.
Para pasar de sus profesiones iniciales a este presente, Tais fue protagonista de varios procesos y ahora, además de atender casos individuales, se enfoca en economía, empresas y emprendedores.
“Un síntoma más”
“La bioexistencia conciente considera que ‘síntoma’ no es sólo lo que te pasa en el cuerpo, sino es la realidad. Todo te está hablando y mostrando una parte tuya, parte de tus memorias que no tenés consciente. La economía es un síntoma más”, asegura.
Y continúa: “En la economía, que antes no se le daba un abordaje especial,sino que se la trataba como un síntoma más, ahora se creó el algoritmo ALBIAN. Tiene que ver con trabajar síntomas en empresas, emprendedores y cualquier persona que tiene una cuestión económica como ‘no llego a fin de mes’, ‘lo que ingresa se me va’, ‘tengo deudas todo el tiempo’, ‘quiero tener independencia económica de mi marido’, ‘me interesa emprender pero me trabo’, etc”, detalla Tais.
Un camino singular
En relación a su formación, realizada con Pablo Almazán (autor del libro La Economía del Creador) y Lucrecia Bianchi los directores de “Humano Puente”, una institución que da apertura a consultores en Bioexistencia Consciente. “Hay un portal de apertura continua (PAC), donde nos capacitan en síntomas económicos para atender a esa franja de consultantes. La consulta entra en ese foro, se aportan visiones y nos auditan”, explicó.
“Es un camino de consciencia, no basta con que tengas rentabilidad nomás, sino que el titular de la empresa, emprendimiento, disfrute la vida, sea feliz, tenga salud y su entorno familiar. Esto es, si tiene dinero, que tenga tiempo para disfrutarlo, porque se da que el que tiene dinero no lo puede disfrutar, hay quienes tienen tiempo pero no dinero, después tenés el que para ganar dinero sacrificó otra cosa, por ejemplo, se alejó de la familia, eso no puede ser abundante. Es meterle consciencia a esa parte de la historia para que explote la abundancia en todo sentido, que esté unida la economía, la paz y por ende la salud. La puerta de entrada será tu tema económico, pero hay un camino antibiológico que tu inconsciente lo tiene como base de datos y en eso vamos a ahondar”, explica.
Por ejemplo, me dicen ‘no puedo abrir una filial en tal sede del país’, bueno vamos a ver qué memorias tenés con la expansión de la empresa, que pasó en tu clan familiar cuando alguien se quiso expandir, ¿le fue mal? Por ahí vienen con temas de materias primas, stock, cada una de esas cosas tiene un camino. Quizás esas memorias te protegen de llegar a eso y eso es lo que te traba. Hay un bagaje de datos que tenes como evolución de la especie. Todo tiene que ver con algo, el rubro al que te dedicás, la tarea, todo está condicionado por tu historia, todo tiene un trasfondo. El síntoma es lo que te viene a decir ‘che, más atrás hay un hecho doloroso que quedó sin ser sanado’, por eso te trabaste acá”, agrega.
Una historia de mucho aprendizaje
Tais, nació en Río Grande (Tierra del Fuego) en el año 1983, un día del amigo. De allí su nombre de origen Ona. Su papá trabajaba en Gas del Estado y junto a su mamá, vinieron a la Patagonia desde Santa Fe. Vivieron allí hasta el ´90, momento en el que se privatiza la empresa estatal y trasladan a Neuquén a su papa. “Es como mi segundo y primer hogar a la vez Neuquén, porque de aquello recuerdo solo viento, nieve, frío, estar encerrada todo el día y estar lejos de la familia. Verlos una vez al año, viajes en avión o dos días de viaje en auto, era todo muy sacrificado”, cuenta.
“Cuando comencé la escuela en Neuquén, era un tanto tímida, era de esas personas que querían pasar desapercibidas, no quería llamar la atención, siempre fui muy familiar, de estar en casa colaborando con cosas. Somos cuatros hermanos y nos llevamos diez años con los más chicos que nacieron acá. Yo ayudaba, cuidaba a mis hermanos, estaba atenta a las necesidades familiares”, cuenta. “Hace poco mi mamá me trajo un cuadernillo de cuando era chica en el que escribía frases reflexivas, motivacionales; yo iba perfilada por el ser, por la emocionalidad que nos atraviesa evidentemente. Estaba centrada en ver el comportamiento y cómo eso nos afectaba emocionalmente y las respuestas que teníamos”, recuerda.
“En la secundaria me encantaban las materias humanísticas (filosofía, psicología, historia..). Entonces, al terminar me dan la posibilidad de estudiar acá. Me sugirieron Abogacía y como yo no sabía quién era todavía, dije que sí”, recuerda.
El paso por Roca
“Fui a Roca, no me costó, el hábito, la disciplina para estudiar siempre la tuve, hice la carrera en cinco años, pero me di cuenta que a mí no me apasionaba, aunque era tan exigente, tan de miedo al cambio y a no defraudar a mamá y a papá, que no abandoné”, reconoce. Tais rememora con profundidad, “no me voy a olvidar más el día que me recibí, yo lloré con una fuerza de ‘¡qué alivio!’, era un llanto que todo el mundo pensaba de felicidad y yo lo viví como de sacarme una mochila. Fue sacrificado, no existía el disfrute y aún no sabía quién era, con la realidad que tenía que hacer algo con ese título, con eso que no me gustaba. Entonces, me fui a Rosario becada, a estudiar Escribanía. Me fue bárbaro, fue una etapa de mi primera independencia”.
La incansable buscadora, no encontró con Escribanía nuevas respuestas, “lo adapté a algo más perfil bajo para ejercer”, reconoce. “Volví a Neuquén en 2008, y al mes conseguí trabajo. Empecé en una Escribanía como pasante y luego como adscripta. Logré independizarme, y estuve 13 años ejerciendo, pero con la convicción interna de que en algún momento esto iba a cambiar, sabía que no me iba a jubilar de Escribana. Me empezó a pesar, lo sentía en el cuerpo, los domingos ya me empezaba a poner mal, perdí las llaves de la oficina. Todas eran señales”, afirma.
Un nuevo camino
El encuentro con una coach fue el primer disparador de un nuevo rumbo. “Hablando con ella, me hizo un click y me puse a estudiar coaching porque sentí que me iba a dar herramientas. Me encantó, eso me llevó al autoconocimiento, me llevó para adentro y en este camino me transformó mucho la maternidad también. Antes de tener a mi hija yo había perdido un embarazo que me marcó mucho y me llevó a cuestionar, en qué estaba invirtiendo mi tiempo. ¿Para quién estoy viviendo la vida que vivo?, me preguntaba. Eso me llegó profundo”, asegura.
“Terminé con el coaching y empecé a estudiar Mediación para ir sumando recursos camino a mi renuncia a la escribanía. Con la pandemia terminé, diseñé mi página de servicios, y me mudé al Lago Mari Menuco a pasar el confinamiento. Allí, una vecina me empezó a contar de “Bioexistencia Consciente” y me maravilló. Sentí que era una pata más espiritual, emocional, que no encontraba en el coaching”, agrega.
“Somos más que cuerpo, más que biología. El coaching operaba hasta lo mental, pero esto es más allá; me trajo eso que me faltaba, esa visión más abarcativa, de totalidad; somos alma, datos, memorias que traemos para trascender. Con estas herramientas es que quiero acompañar a alguien a transformarse. Ahí me pongo a trabajar de esto, renuncié a la Escribanía; fue un camino, un proceso largo. Tenía miedo, pero fue un salto al vacío aun teniendo el beneficio de tener un compañero que me acompañó y respaldó esa decisión. Cerré una puerta para abrir otra.
“Cuando tu certeza sea más grande que tus miedos, lo harás”, dice una frase y fue así. Estaba tan harta de hacer una tarea que no me gustaba, que no me retribuía, me estaba quitando salud, paz, disfrute entonces dije ¿dónde está la plenitud?”, cuenta. “Siempre me estoy llamando a la coherencia. Poder hacerlo, vivir de esto, equiparar rentabilidad y hacer lo que te gusta es el deseo que tenemos todos”, concluye.