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Agronegocios

Importación de plantas y portainjertos. Entrevista EXCLUSIVA a Juan Martín Rosauer

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Juan Martín Rosauer.

En el discurso del Gobierno de Mauricio Macri aparece la importación de plantas como un factor clave para mejorar la competitividad.
¿Qué opinan los viveristas? Entrevista EXCLUSIVA a Juan Martín Rosauer.

Hoy todos hablan de la competitividad y cómo hacer para que en Argentina el negocio sea sustentable. ¿La importación es clave para mejorar la competitividad?
Hoy importar plantas y portainjertos de manzanos podría ser una herramienta que ayude a compensar una mayor demanda que el nivel de existencias que tienen los viveros de Argentina. En las demás especies (perales y frutales de carozo) no sería necesario. El problema es que la herramienta es compleja, riesgosa, requiere de aprobaciones de Organismos Estatales de Argentina y de los países de donde se traiga el material, y además significará pagar una planta como mínimo al doble de su valor en el país. Sólo se pueden ingresar plantas de muy pocos países que tienen sus protocolos sanitarios al día con el SENASA (se han caído por falta de utilización y por cambios en materia de plagas y enfermedades), se requiere de una cuarentena post-ingreso de 2 años en un lugar especialmente habilitado y sin plantaciones cercanas (200 metros), las plantas vienen a contra hemisferio y sufren tanto el viaje como la implantación, lo que normalmente conlleva pérdidas importantes. Finalmente los precios de las plantas en el exterior se ubican entre un 50% y 100% más caros que en Argentina, a lo que luego hay que agregar fletes, gastos de importación y carga impositiva.

Desde el punto de vista de la competitividad, entiendo que hoy tenemos que preguntarnos si la Fruticultura regional está en condiciones de recuperar espacio perdido, o si estamos viviendo una especie de “veranito” motivado por la devaluación del peso y la sub-oferta de frutas de pepita en el hemisferio norte. Estas dos variables juntas dan impulso al negocio, pero, ¿qué pasará la próxima temporada?

Es lógico pensar que la oferta volverá a ser la habitual si no tienen heladas, y los precios también tenderán a ubicarse a valores promedio. Por lo tanto, la gran incógnita está puesta en la evolución de la economía Argentina, y sobre todo en la carrera entre la inflación y el aumento del dólar. Si gana la primera el negocio se debilita, y si en cambio el peso se devalúa más allá que las monedas de nuestros clientes, se fortalece.

De las importaciones que se hicieron hasta ahora ¿todas fueron exitosas?
No. De hecho, hubo una grande que hizo Expofrut hace un par de años atrás que no prosperó. Se les detectó una enfermedad a pesar de haber sido certificadas en Europa como libres de la misma, y quedaron en un contenedor por varios meses para evaluar su evolución, que no fue buena y se terminaron decomisando. No han existido otras importaciones importantes, sino de pequeñas cantidades.

¿Qué pueden hacer los viveros locales si efectivamente mejora la competitividad del negocio?Lamentablemente las posibilidades de reacción muy rápida no existen. El proceso de producción de una planta requiere de 3 años si se considera la etapa inicial del portainjertos. Esto significa que si hoy vemos una mejor situación de mercado, y suponiendo que tenemos portainjertos en producción que nos permitan superar la media anual de ventas, recién vamos a poder abastecer al mercado en su mayor demanda a partir del año 2020.

Es por ello que en los países donde la Fruticultura tiene mejores perspectivas, se hacen recambios varietales y se ponen en producción nuevas hectáreas (por ejemplo, Chile, para nombrar al más cercano), las empresas y productores anticipan sus pedidos de plantas a los distintos viveros por medio de contratos especiales que les permiten planificar a futuro. En nuestro país, salvo situaciones muy excepcionales, esto no ocurre, y tampoco hay que cargar la culpa en nuestros clientes porque en definitiva ellos desconocen cómo evolucionarán las variables económicas del país para proyectar su negocio.

No hay que olvidar que las plantas son perecederas y una vez finalizado su ciclo de producción de 3 años, si no se venden se queman. No se pueden guardar para el año siguiente. En Argentina nos hemos cansado de quemar plantas en los últimos años.

¿Estamos muy atrasados en variedades nuevas y en portainjertos con respecto a nuestros competidores?
Acá hay que separar entre las distintas frutas que se producen en la región. En fruta de carozo (duraznos, pelones, ciruelas y damascos) estamos a años luz de los chilenos. Ellos producen las variedades más modernas y comercializan la fruta en distintos mercados, incluyendo a Asia. Esto requiere de grandes volúmenes, tratados internacionales y de una gran logística para llegar con fruta muy perecedera a lugares muy distantes. En Argentina se produce para abastecer el mercado interno y muy poco para Brasil. La excepción en este negocio podría ser la cereza, pero se trata de un negocio aún incipiente en la región y en el país.

Por el lado de las peras, Argentina aún continúa en una buena situación de competencia. Y esto se debe a que no ha achicado tanto su volumen de exportaciones y tampoco es un segmento donde haya existido una gran renovación de productos en el mercado. Se siguen consumiendo las mismas variedades de peras que hace 100 años (William´s, Beurre d’Anjou, Packham´s Triumph y Abate Fetel, principalmente). No hay nuevas variedades exitosas a nivel mundial y esto nos permitió no atrasarnos tanto a pesar de la falta de inversión que tenemos. Lamentablemente, sí es un negocio donde el consumo per cápita sigue disminuyendo.

Finalmente, en las manzanas es donde tenemos el desafío más importante. Se crean nuevas variedades cada año que se comercializan como “club” (producción y comercialización controlada) o “abiertas” (mayormente clones de mejor color de variedades tradicionales). Todas compiten por los mismos espacios de góndola en las cadenas de supermercados o por su colocación en los mercados mayoristas y minoristas del mundo. En Argentina disponemos de la mayoría de las nuevas variedades, pero en general aún a nivel experimental. Y no porque no sepamos si se adaptan bien o mal a nuestras condiciones climáticas y de suelos, sino porque las complicaciones del negocio han retrasado sus fases productivas y comerciales. Un componente adicional a las variedades nuevas que hace aún más complejo este segmento es la diversidad de portainjertos que se requieren según sean las condiciones de suelo, el riego, o el tipo de plantación de los distintos tipos de productores que conviven en la actividad. Y en este punto es más difícil hacer “copiar y pegar” de otras fruticulturas porque inciden fuertemente las condiciones locales.

Por Luciano Fernández.